Por la Mesa Coordinadora de la Asamblea Feminista del Frente Amplio

A 45 años del golpe de estado que quebró nuestra institucionalidad democrática, vemos finalizando el mes de septiembre, donde año a año recordamos el proyecto y las vidas truncadas por este suceso. Hacemos memoria de las mujeres que lucharon en contra de la injusticia y fueron perseguidas, brutalmente torturadas, asesinadas y desaparecidas. Todas las que sufrieron en sus cuerpos la ira del Estado, sus fuerzas armadas y los civiles involucrados.

Al reflexionar en torno a esto, insistimos que la violencia sexual fue utilizada como método específico de tortura sobre esos cuerpos femeninos y feminizados.

Las lecciones de esta experiencia nos permiten repensar también nuestro presente, donde volvemos a observar cómo en un contexto distinto, la violencia estatal sigue vigente y se readecua. Si bien en tiempos de dictadura las formas de violencia surgieron directamente del Estado, de manera sistemática, mediante dispositivos de control y amedrentamiento, hoy en el modelo neoliberal las formas cómo se produce y reproduce la violencia hacia las mujeres son múltiples, directas y silenciosas. En ambos casos, el sistema sexo/género actúa en igual orden, posicionando a las mujeres en el lugar de la dominación, validando su abuso y sometimiento.

La violencia en contra de las mujeres por parte del Estado se sigue reproduciendo en países Latinoamericanos a través de amenazas, llamando al “orden” a mujeres que sin temor han puesto su cuerpo como arma de defensa de los territorios y sus comunidades.

Prueba de ello son los asesinatos femicidas de las activistas Berta Cáceres (Honduras), Marielle Franco (Brasil) y Macarena Valdés, chilena e integrante de una comunidad mapuche de Panguipulli, quien fue encontrada muerta en su casa el 22 de agosto de 2016, tras defender activamente a su comunidad para evitar la construcción de ocho proyectos de centrales hidroeléctricas. Este último caso nos golpea directamente y nos recuerda que “en Latinoamérica nos están matando, y mientras la justicia no trabaje de manera exhaustiva para aclarar los hechos, la impunidad será una herramienta más para que empresas, coludidas con el Estado, sigan asesinando a mujeres que defienden su tierra”1.

Necesariamente esta violencia debe ser interpretada también como parte del sistema patriarcal, donde actualmente también existen fuerzas fundamentalistas que buscan amedrentar los avances del movimiento feminista. Es en este contexto que este año, tres compañeras fueron cobardemente acuchilladas en la marcha por el aborto libre. Con esta acción estos grupos fascistas intentaron amedrentarnos y aleccionarnos nuevamente, pero no lo lograron ni lo lograrán.

Si bien los casos acá mencionados y los miles de otros casos que no caben en esta columna, se enmarcan en situaciones y contextos distintos, sí es necesario recordar que la violencia hacia las mujeres ejercida en dictadura sigue teniendo elementos en común con nuestra realidad, la que tiene por propósito arrebatarnos el espacio que hemos ganado luchando. Hay un hilo que une estas historias, que une dolorosamente el pasado con el presente.
Como feministas frenteamplistas lo vemos, lo reconocemos y nos hacemos cargo de nuestra memoria histórica, organizándonos, uniéndonos y luchando. Poniendo una vez más nuestro cuerpo como arma de resistencia. RPS

NOTA

  1. Extracto de la cara elaborada por la familia de Macarena Valdés, en conjunto con organizaciones sociales y políticas, exigiendo justicia. Esta carta fue apoyada por diputados/as frenteamplistas.