Cristián Cuevas es dirigente sindical y parte de la coordinación política del Movimiento Victoria Popular


¿Cómo ves el escenario político actual, con el peligro de que triunfe en segunda vuelta presidencial un candidato que representa a una derecha neofascista?

Observo con profunda preocupación la eventualidad de que el pinochetismo, representado en la imagen simbólica y política de José Antonio Kast triunfe, ya que sería un gran retroceso a este proceso de transformación y cambio que estamos impulsando con mucha más fuerza desde la revuelta popular de octubre. Y sería un retroceso porque nos vuelve a un Chile ultraconservador, nos vuelve al Chile que quedó cimentado en lo que era la dictadura y su imaginario y apuesta institucional. Es un fenómeno que uno no puede leer desvinculado de otros procesos similares que se están desarrollando a nivel global. Porque si comparamos a esta ultraderecha chilena con las lógicas de Trump, Bolsonaro, Le Pen en Francia o de Vox en España, como también las presiones conservadoras que se expresan en Italia, en Argentina y en Alemania, entre otros, notamos ciertos dispositivos comunes. Eso creo que nos debe hacer pensar a nosotros y nosotras, a quienes activamos y militamos en las franjas de izquierda, cómo imaginamos y accionamos esta disputa cultural y política que debemos dar, así como también la cuestión de la desafección política por parte de amplias capas de la sociedad, que es sin duda un caldo de cultivo para la ultraderecha, instalando el miedo y la mentira como forma de neutralizar cualquier proceso de cambio. Todo ello requiere de una izquierda mucho más hábil en proponer y disputarle a la derecha las soluciones a las necesidades y urgencias que viven las comunidades, pero que además se abra a mayorías que nos parecen silenciosas, porque no necesariamente se expresan mediante los códigos tradicionales de la política.

En ese sentido, ¿por qué has decidido apoyar la candidatura de Boric en segunda vuelta?

He tenido la oportunidad a través de nuestro compromiso en el Movimiento Victoria Popular y desde el mundo social, sindical y político de ponernos a disposición de la candidatura de Gabriel Boric. Porque básicamente consideramos que es una tarea urgente defender el proceso iniciado por la revuelta popular de octubre y la construcción de una nueva constitución que permita ofrecer una alternativa al neoliberalismo y a superar las restricciones que la constitución de Pinochet ha significado a los proyectos individuales y colectivos en nuestro país en los últimos 40 años. Y eso nos obliga a tomar definiciones, porque no somos actores neutrales. Después de reflexionar, de pensar en nuestros colectivos, en el movimiento histórico popular y también en alianzas con otras franjas políticas o sociales, tomamos la decisión de apoyar a Gabriel Boric, desde esta tarea urgente de parar a la ultraderecha y su ímpetu reaccionario a los cambios que venimos empujando y con la esperanza de abrir la posibilidad de concretar transformaciones efectivas para el país.

Estos últimos días has estado visitando diferentes zonas del país ¿Cómo palpas el ambiente y la movilización de distintos sectores en torno a frenar a la ultraderecha?

Esta última semana he estado en distintos lugares del extremo norte del país: Calama, Tocopilla, Antofagasta, Iquique, Alto Hospicio, Arica. He compartido con dirigentes y dirigentas sociales, compañeros y compañeras de organizaciones sociales y sindicales. Ellos y ellas son parte de un activo social y político que, sin ser parte de quienes han estado inicialmente apoyando a Gabriel Boric, han jugado un rol clave para ensanchar el apoyo a la campaña en esta segunda vuelta. Compañeras y compañeros que se han desplegado estas últimas semanas posteriores a la primera vuelta en pos de este compromiso superior que tiene que ver con la defensa del proceso constituyente y de los procesos de transformación y cambio que esperamos seguir empujando, evitando lo que sería una derrota estratégica en la eventualidad que gane la candidatura de Kast. La amenaza de la reactivación política del Pinochetismo más duro y de los sectores más reaccionarios de nuestro país nos llama por tanto a seguir movilizados, más allá de las elecciones, para llegar a esos sectores que, como decía anteriormente, no se siente parte de los proyectos políticos y sociales, de manera de sostener lo avanzado y abrir camino a los procesos de transformación que deben venir para construir un nuevo Chile. Porque hay que considerar que aunque gane la candidatura de Boric este domingo, deberemos igualmente enfrentar una ultraderecha que se ha visto fortalecida en estas últimas elecciones. En ese sentido, creo que se va a requerir de la generación de alianzas amplias entre los distintos sectores que estamos empujando cambios sustantivos en el país.

A propósito de lo que mencionas, ¿qué crees que ha pasado en zonas de tradición obrera e históricamente ligadas a la izquierda,  que tú conoces bien, como Coronel y Lota en el sur y Tocopilla y Calama en el norte, entre otras, que hoy se encuentran como aquellas que presentan una mayor votación hacia candidatos de derecha y ultraderecha?

La verdad es que yo hace muchos años, más de dos décadas, cuando me vine desde la zona del carbón en Coronel, observaba esta colonización por parte de la ideología neoliberal a partir de una izquierda que lamentablemente renuncia a su proyecto. Y lo vimos en el proceso de lucha de los propios obreros del carbón a fines de los años 90, donde finalmente se imponen las políticas neoliberales, pero también por la subordinación de los propios partidos de la izquierda tradicional. En lo que era la zona de la cuenca del carbón, Coronel, Lota, Curanilahue y la provincia de Arauco, cientos de trabajadores y trabajadores hoy día viven a partir de programas de empleo que se han eternizado, siendo la única respuesta que el Estado ha dado en función de la crisis posterior a lo que fue el cierre de las minas del carbón. Y es que el cierre de las minas no sólo significó el fin de una actividad económica, sino la transformación de todo un modo de vida. Ante el cierre de las minas, esos modos de vida y esos lazos sociales comenzaron a disolverse y la precariedad que se comenzó a vivir dio lugar a prácticas que mutaron hacia el clientelismo, por lo que ya no importaba tanto la consistencia política, como la pertenencia a ciertas redes de distribución de recursos. Y lamentablemente en esa disolución de certezas, los rígidos y absolutos marcos valóricos religiosos, especialmente del pentecostalismo, y que antes convivían con una identidad obrera, parecieran ahora volverse únicos y suspender toda otra forma de articulación en torno a principios. Y si bien muchos y muchas nos reconocíamos en las iglesias y allí dimos nuestro primeros pasos en el compromiso social, hoy muchas de ellas han sucumbido ante la intolerancia de la ultraderecha y por lo tanto, lamentablemente se han vuelto defensoras de un orden social que se sustenta en la desigualdad y el egoísmo, muy ajeno a los valores cristianos que propugnaban. En las ciudades del norte suceden fenómenos similares. Una profunda contaminación producida por la industria extractivista en una población dividida por acceder a ciertas redes de distribución de recursos, zonas que finalmente se sienten abandonadas por parte del Estado, con políticas que no generan valor agregado ni un mejor vivir para sus comunidades en una tierra rica en recursos. Y lo que presenciamos en estas regiones es el abandono, la amplia precarización. Cómo no estremecerse con ello.

En esa línea, ¿qué viene para las organizaciones y movimientos sociales que apoyaron tu precandidatura presidencial, considerando la importancia de que la izquierda anticapitalista pueda lograr capacidad de disputa política y social en el nuevo ciclo que enfrenta el país?

Las franjas que acompañaron nuestra candidatura presidencial, así como otras organizaciones, y que hoy día nos hemos sumado a la campaña de Gabriel Boric para parar a la derecha y para ponernos a la altura de esta urgencia que vive nuestro país, tenemos grandes desafíos. Uno de los más importantes sin duda es trabajar para que las izquierdas y nuestros acotados espacios militantes conecten con la necesidad de construir una plataforma común, un espacio que nos permita convivir y reconocernos en un proyecto común. Estas izquierdas tipo archipiélago, la van a tener muy difícil a la hora de la disputa real del poder. Debemos ser capaces de ensanchar los espacios de la izquierda, desde lo popular, desde las propias comunidades, desde las ricas y distintas experiencias que se dan en la lucha social, como en el campo feminista, como en el mundo del trabajo, la lucha medioambiental, entre otras. Construirla por cierto desde una reflexión crítica a partir de los propios déficits que hoy día vive por ejemplo el sindicalismo. No hay dudas de que hoy la lucha sindical requiere de cambios profundos, que logren interpretar las trasformaciones en el mundo del trabajo. Lo mismo pasa en nuestras comunidades, es fundamental incorporar la experiencia de las organizaciones, agrupaciones y asambleas en nuestros barrios y en los distintos territorios. Fortalecer el rol que juegan los niños, las niñas, los jóvenes y las distintas identidades y disidencias. Repensar también la forma partido, y construir ese instrumento político interpretando mejor las nuevas formas de militancia. Todo ello requerirá seguramente de generosidad, de empatía, de reconocernos entre nosotros y nosotras, de mística colectiva. El nuevo ciclo que se inicia en el país abriga esperanza pero también responsabilidad y en ese marco sin duda la unidad de las izquierdas es la tarea de este tiempo. RPS